Bajamos
las escaleras color caoba y baranda de metal que recorria las distintas plantas
de la casa, en este caso llegamos al sótano, aparentemente un lugar
inhabitable.
Entramos a la primera habitación que había
frente a las escaleras; era una moderna habitación de invitados, decorada con
cuadros y plantas interiores, en el centro de ella se hacia notar la cama de
matrimonio vestida con llamativos tonos morados y blancos, y sobre ella 4
cojines de diferentes tonalidades: lila, violeta, berenjena, etc. Tras la
puerta junto a uno de los laterales de la cama estaba el baño; tenía lo
esencial, una ducha, una lavabo y un WC.
En
el pasillo junto a esta habitación estaba la cochera, yo decía que era como un
concesionario privado ya que había todo tipo de vehículos desde el triciclo de
Zoe hasta el “niño de papá” un Lamborgini Murciélago; a Iván abrió los ojos
hasta más no poder y los frotó pensando si eso era realidad o un sueño. Lo
saqué rápido de allí no quería tener problemas con mis padres si me veían allí
enseñando algo tan privado para ellos. Frente a la puerta por la que salimos de
la cochera había una gran puerta de madera con cristaleras adornadas con
dibujos en ambos lados de la ella, entramos, y le mostré mi lugar favorito de
la casa y en el que paso la mayoría del tiempo cuando estoy con mis amigos, en
la habitación encontramos un gran sofá de piel color negro frente a una pequeña
mesa de cristal, una gran televisión de 72’’ sobre una mesita de nogal, tras el
sofá había un futbolín donde los chicos peleaban por ver quien era el mejor
considerándose de un equipo u otro, aunque también tenían riñas por ver quien
era el mejor en jugar al billar. Esta habitación tenía de todo, hasta una
cocina, más pequeña que la principal, dónde especialmente preparábamos las
barbacoas o las cenas de navidad que celebrábamos y en las cuales el garaje se
convertía en una discoteca con luces y esa bola brillante que siempre me ha
gustado.
Salimos por una puerta contigua a la
cocina, daba a un pequeño pasillo lleno de flores tropicales que mis padres
había plantado, y a una escalera que subía al jardín. Al llegar arriba se podía
divisar gran parte de la ciudad sultana, bajo esa visión que teníamos de la
increíble ciudad cordobesa una increíble piscina de dos metros y medio, en esta
época del año tapada puesto que no la utilizábamos con este frío. Tras bajar
unas escaleras y pasar la piscina, había un pequeño edificio que mi madre
utilizaba como gimansio donde tenia su bicicleta de spinning y otros aparatos
para hacer deporte. Tras la gran enredadera que separaba la zona de la piscina
de la parte de abajo, le mostré una pista de padel y tenis, las cuales mando
construir mi padre, gran aficionado a estos deportes, para jugar con sus
amigos.
- ¿Qué te ha parecido la casa? – Le
pregunté
- No tengo palabras, es sin duda la
mejor casa que he visto.
Se dibujo una pequeña y inapreciable
sonrisa en mi cara, supuse que se refería al echo de ser pizzero.
-Subimos?, te invito a una Coca –
Cola.
- Lo siento no puedo tengo que irme
entro a trabajar enseguida y aún me queda unos minutos hasta llegar al centro,
pero gracias de todas formas – Dijo mirando la hora en el móvil.
- Como quieras –
- Nos vemos otro día, te mando un
mensaje y quedamos después de navidad- dijo saliendo por la puerta
- Adiós-
- Bye- dijo mientras arrancaba la moto
y se marchaba a toda velocidad hacia la pizzería.
- Ha estado bien volver a verlo y
hablar con él, la verdad… creí que iba a ser peor – pensé mientras entraba en
casa.
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