El día pasó sin cambio alguno, Zoe se
pasó toda la tarde jugando con los regalos que Papá Noel le había traído
mientras yo ojeaba distintas páginas en internet con la esperanza de que me
dieran alguna idea para el regalo que quería hacerle a Sam para el día de
Reyes, pero no encontré nada.
Los días siguiente fueron muy
familiares, Sam por su lado y yo por el mío, echaba de menos esos largos paseos
que dábamos por el Boulevard, mientras yo entraba en cada una de las tiendas
que se situaban a ambos lados de la Calle Conde de Gondomar.
El día noche vieja
y demás días que vinieron detrás no fueron más que aburridas tardes en casa.
Llego el día de Reyes, y el regalo de
Sam estaba listo, un precioso Reloj que había encontrado en una Joyería del
Centro.
·
Quedamos temprano para cenar y ver el desfile de
carrozas.
Entré en el restaurante en el que habíamos quedado, un magnifico
restaurante italiano dónde ponen las mejores pizzas y hacen la mejor pasta que
haya podido probar, Sam ya estaba allí tan puntual como siempre. Llegué a la
mesa, me quite el largo abrigo negro que llevaba puesto y lo puse en la silla.
- Hola cariño – le dije dándole un beso
en la mejilla.
Me sonrió – no puedo pasar tanto
tiempo sin ver esos ojos – dijo mientras me arrimaba la silla para sentarme.
- ¿Qué pedimos para cenar? ¿te apetece
algo en concreto?-
·
Estaba tan ensimismada pensando en mis cosas y
mirándolo que su voz pasaba por mi cabeza como una ráfaga de aire seco.
- ¿Danielle?- me dijo mientras me
zarandeaba un poco el brazo para obtener alguna reacción en mi.
- mmm... perdona, ¿podemos pedir una
margaritta ¿te parece?- mencione la primera pizza que vi en la carta.
- ¿Te pasa algo? Desde que has llegado
estás como ida- dijo acariciándome la mano una y otra vez.
-No cariño, no me pasa nada. De
verdad- le respondí sonriendo.
Tras unos minutos el camarero nos
trajo la pizza. Mientras comíamos las risas y las anécdotas de estos días sin
vernos no cesaron. Pero yo no hacia más que pensar en por qué no había recibido
ni una simple llamada de él en los días que no nos habíamos visto, tan solo
mensajes por whatsapp, eso no me servía de nada yo quería oír su voz, pero todo
me resultaba tan extraño, aunque confiaba en él, había algo que me tenia
mosqueada y tenia que averiguar el qué.
·
Unas horas después, Sam llamó al camarero para
que nos trajera la cuenta, pagamos y salimos por la puerta. Al salir se oían ya
la música de las carrozas, se me empezó a acelerar el corazón como cuando era
pequeña, que tonta dije para mi.
- ¡Ves! Ya se oyen, ¿Dónde las vemos?-
le pregunté
- ¿En la esquina con Roldán o en el
Corte Inglés?- dijo girándose para cada lado indicando la dirección de cada uno
de ellos con su posición del cuerpo.
- En Roldán no da tiempo, estarán
pasando ahora por la Victoria, mejor a El Corte Ingles- dije cogiéndole del
brazo antes de acabar mi frase, aceleraba cada vez más el paso hacia Ronda de
los Tejares.
Al llegar intentamos buscar un hueco
para donde colocarnos para verlos bien; cruzamos a la acera donde se sitúa el
cortes ingles y nos colocamos cerca de la puerta principal. Me puse delante de
Sam para poder verlos mejor, él se colocó a mi lado. Unas milésimas de segundo
después perdí la calle de vista, unas manos me cogieron por detrás y me sacaron
de mi sitio. Lo único que veía eran los ojos desencajados de Sam al ver el
tirón que había recibido por parte de mis mejores amigas. Me abrace a
Alejandra.
-¿Qué haceís aquí?- les pregunté
- Vaya pregunta más tonta, lo mismo
que tu rubita- me dijo mientras me daba con uno de sus dedos en la cabeza y las
dos comenzamos a reírnos.
Miré a Sam, insinuándole de poder ver
las carrozas con ellas, él sin decirme nada me cogió de la mano y se dirigió a
donde estaban ellas, me colocó delante para que pudiera ver algo y el detrás me
agarro por la cintura. Mientras pasaban una carroza y otra Sam pegaba si
mejilla a la mira mientras me señalaba distintos detalles de el pasacalles para
que me fijara en ellos. En medio del desfile iba una gran carroza con un dragón
que se movía y encima un príncipe y una princesa, era la carroza de El Corte
Ingles, no cabía duda, cada año se superan; y como siempre al llegar justamente
a la puerta de éste, desde la azotea dejan caer unos grandes globos de color
verde y blancos, tenia la mandíbula desencajada de ver como algunas de mis
amigas se pegaban para coger globos.
·
Tras ver el desfile, pasamos toda la noche con
mis amigas, yo iba delante con ellas, mientras Sam y algunos amigos que también
iban se quedaban atrás hablando, recorrimos algunas calles,
bajamos una pequeña cuesta y subimos otra y llegamos a parar a uno de
los lugares más bonitos que se podrían ver de noche, y aún más bonito aquel día
de reyes, junto a esa persona que me hacia tan feliz, la tan emblemática
Mezquita Cordobesa y el puente romano, llenos de hermosura aquella oscura, fría
y estrellada noche de reyes.
Sam me cogió por sorpresa por detrás, nos
quedamos juntos mirando aquella magnifica estampa en el silencio de la noche.
Me despedí de mis amigos y volvimos a mi casa,
mis padres e habían llevado a Zoe a Madrid a casa de mis tíos, así que
estábamos solos.
Esa noche era como una despedida, yo
volvería a Madrid mañana y él seguiría con su trabajo, por lo que estaría una
larga temporada sin saber de él. Nos sentamos en el sofá abrazados sin decir
nada, cuando casi me quedaba dumiendo en sus brazos, Sam, puso delante de mis
ojos una caja envuelta en papel de regalo.
- ¿Y esto?- pregunté cogiéndola.
- Es tu regalo de reyes, vamos ábrelo-
me insistía.
Era una
caja negra de piel en la que se podía leer, Chanel, supuse que sería un
perfume, puesto que Sam sabia que me encantaba el “Coco Madmoiselle” de esta
marca, es más lo adoraba. Pero mi sorpresa fue al abrirlo, un reloj de cerámica
blanca, acero y el cristal de la esfera de zafiro, dentro de ella se podía
preciar los distintos detalles que hacían a este reloj único. Me lancé a sus
brazos para abrazarle, y darle las gracias por el regalo con un beso aunque
todos los agradecimiento que le pudiera dar por el regalo se quedaban insignificantes,
mientras intentaba sacar su regalo de mi bolso, parecía que habíamos pensado el
mismo regalo. Le dí mi regalo.
-
¡Vaya! ¿qué será? ¿qué será?- decía
canturreando.
-
Ábrelo, y lo sabrás- le dije guiñándole el ojo.
Al abrirlo y ver el reloj los ojos le
brillaban, era un reloj que Sam llevaba mirando cada vez que pasaba por aquella
joyería y que tenia una ganas enormes de comprar, pero me adelanté y fui yo
quien se lo compró, me salió un risilla sin querer. Me abrazo y dijo que no
hacia falta que le hubiera regalado aquello, tan solo estar a su lado era el
mejor el regalo que podía hacerle, yo sonreí, pero siempre te hace ilusión que
en días como estos tu pareja te regale algo, por minúsculo e insignificante que
sea el regalo, es de esa persona.
Se colocó el reloj, me dio un largo beso en los
labios y me invito a posar mi cabeza sobre sus piernas mientras veíamos una
película, “CARTAS A JULIETA”, la mejor película que podría haber visto, pero no
por la trama en si, que era maravillosa, si no por el simple hecho de viajar
por La Toscana ya era impresionante, esos atardeceres que dicen la luz del sol
es diferente en ellos y ese romanticismo que hay en cada uno de sus rincones,
solo de imaginarme allí me ponía la piel de gallina. Después de ver la película
subimos y nos acostamos, estaba muy cansada hoy había sido un día muy intenso y
mañana partiría hacia la capital y él, volvería a la rutina lejos de mi…
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